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introducción biográfica

Considero que la vida de un artista no empieza con sus primeras obras profesionales, sino desde el inicio de su vida como persona.

De esta manera, recuerdo con cariño mis primeros garabatos, que en mi cabeza de niño, ya eran puras obras de arte. Yo crecía, y también mi habilidad. Y supongo que fue desde que aprendiese a escribir, que aprendí a coger un fajo de folios, doblarlos por la mitad y graparlos por el centro. Así, simulando el formato de un libro, empecé a hacer múltiples versiones de los cuentos infantiles que en ese momento me fascinaban.

En el año 1997, con una edad más consistente, 11 años, mi padre me propuso un sueño. Dedicarme a versionar cuentos para su publicación.

Aunque yo ya relataba, era obvio que mi reiterativa e insuficiente forma de expresarme, no era la más apropiada para algo que sería comercializado, por no mencionar la pésima ortografía;

por lo que mi padre se encargaría de corregir y mejorar mis escritos, además de hacer una traducción conjunta en valenciano en cada página, buscando con ello el apoyo de la Comunidad Valenciana.

Lo que me movía a mí, era sin duda la ilusión, yo me divertía haciendo aquello, y si además podía darlo a conocer, pues mejor todavía.

Pero como tantos otros proyectos que se tienen en la vida, este no llegó a ningún lado. El tedioso tema de los registros y papeleos, nos hicieron simplemente olvidarnos poco a poco del asunto...

Actualmente me alegro de que no resultara, ya que ver esos cuentos ahora, aunque me arrancan una sonrisa de nostalgia, me hacen darme cuenta del largo camino de experiencias que me quedaba por recorrer… y es que, ¿qué son 11 años?

 

mis primeros audio-visuales

Aún así, yo seguía con mi personal mundo gráfico literario, pues como ya he dicho antes, me divertía.

Unos 3 años después, se cumplió una de mis ilusiones de infancia, tener una cámara de video. Y era todo un milagro, ya que éramos una familia modesta.

No tardé en echarle las manos al aparato para hacer realidad (o al menos intentarlo,) mis ideas audio-visuales. Y tras hacer varios intentos de penosa “animación” hice mi primera peliculilla, que alcanzaba los 30 minutos a fuerza de exhibir los dibujos (realizados a bolígrafo y rotulador) durante más de 10 segundos en pantalla, con animaciones limitadísimas de personajes que se deformaban al movimiento. Visualmente, para el espectador debía ser poco menos que una tortura.

Pero yo perseveré, y ya en el año 1999 hice otra “producción” animada, llegando esta vez a pasarme 10 minutos de la hora, dejando la película inacaba por cansancio en el momento del clímax.

La producción fue posible con la ayuda de un amigo, que me ayudaba a pintar los dibujos y a ponerles voces a los personajes. El intenso proceso duró 1 año, y solo les enseñé la obra a 4 personas, entre las que por cierto, no estaba mi madre. Y fue precisamente la motivación por despertar de una vez su interés, lo que me llevó a inventar la que sería mi primera historia como autor.

 

transición artística · año 2000

Yo siempre había sido un niño bastante protegido por la excéntrica mentalidad de mi madre. Tuve una infancia un poco atípica, pero vivía ajeno a mi realidad en una burbuja de fantasías alimentadas entre otras cosas por las inocentes películas de Disney que fomentaban mi conducta de mojigato, y las cuales por cierto, entraban en casa porque mi madre era la primera niña que había.

Por esto, fue sorprendente que pasase de los castillos y las brujas a la criminología narrativa.

¿Cómo llegué a este género? Pues preguntándome que clase de películas le gustaban a mi madre. Observé que estaba enganchada a las películas de las 4 de la tarde; lo que años después supe que eran TV-Movies, un género que ahora desprecio. Y las que daban lugar en aquel tiempo, siempre acababan con un juicio.

Así fue como creé un universo de abogados y sospechosos, donde lo que me atraía a mí personalmente, era hacer una película de dibujos, que lejos de narrar aventuras en mundos imposibles, innovaba al tratar temas propios de una película de sector adulto, desbancando así la palabra “infantil” del género de animación.

Es curioso que siendo un niño tan relamido, me preocupara de repente ese tema. Supongo que se debía a que por muy influenciado que estuviese por entonces, ya habían revelaciones de mi verdadera personalidad; ya que siempre ha sido una espinita para mi, que los cuadros de pintores famosos sean obras de interés para intelectuales y gante culta, y en cambio los dibujos se califiquen como “dibujitos”, destinados en películas para un sector infantil y aparentemente de peor calidad.

Sin duda mi motivación había empezado por despertar el interés de mi madre, pero ahora me doy cuenta de que lo que buscaba era el interés general del sector adulto.

Y eso ahora está claro ya que si no, habría dejado de lado la historia, cuando resultó que tras lograr, casi obligándola, que mi madre leyera la 1ª parte del cómic, me dijera que no le gustaba que hablara de asesinatos en una historia… ¬_¬

Se me cayeron los papeles sin duda, precisamente la hice así por ella, pero como digo, seguí con la historia, porque ya tenía otros adeptos.

 

el nacimiento de “O.C.V.”

“La Otra Cara de la Verdad” estaba destinada a ser un intento de película. Pero no quería repetir el mismo vano esfuerzo de mis anteriores trabajos caseros, y ese era otro problema… lo “casero”, hasta que punto podía ser de cutre.

Así que decidí tomármelo con mucha calma y empecé por hacer lo que sería un storyboard. Sin duda no tenía ni idea de cine, ya que lo primero es desarrollar el argumento y hacer el guión.

Pero yo me puse con mi guión ilustrado, y para cuando me di cuenta, lo que estaba haciendo era un cómic. Paradógico, ya que ese formato siempre me ha desinteresado mucho...

Dividí mi cómic en 5 partes, por la simple razón de que descubrí hacia la penúltima página que me quedaba en blanco, que no me cabría ahí el resto de la historia… no precisamente. Así que bajo el subtítulo de “2ª parte” continué la obra hasta llegar a las 5.

Estaba claro que yo no vivía muy pendiente de las proporciones. La historia avanzaba sin preocuparse en dar a sentir planteamientos, desarrollos ni conclusiones; pero si algo si es verdad, es que ver tanto cine me había dado tablas e instinto a la hora de realizar, pese a que desconocía las verdaderas normas de escritura.

Los cómics tuvieron una sorprendente aceptación por mis compañeros de clase, amigos e incluso gente adulta del circulo de mis padres.

Esto me dio una nueva visión, y visto el “éxito” logrado como cómic, que no había visto haciendo peliculillas, decidí dedicarme al cómic en serio, ya que incluso algunos me animaban a comercializarlo… volvían los cuentos de La Lechera, pero me entusiasmaba la idea.

Así, ya entrado en el 2001, pasé del los rotuladores al color digital en una nueva edición del cómic, que pretendía publicar.

De este modo, a mis 15 años, bajo la tutela legal de mi padre, pude registrar la 1ª parte en la ‘Propiedad Intelectual' de la Comunidad Valenciana.

Acto seguido me puse con la 2ª parte.

Mientras tanto, mi vida estudiantil, finalizaba en el colegio para dar paso al instituto. El cambio coincidió con el reinicio de una etapa familiar bastante mala, en la que me vi de repente cargado de responsabilidades, donde lo último que me preocupaban eran los estudios... Tras suspender curso por 1ª vez en mi vida, me di cuenta que repitiendo no lograría nada, porque lo único que repetiría es el negativo resultado.

Y ya fuera del círculo estudiantil, pasé de los ánimos al des-apoyo de la gente que me rodeaba en cuanto al futuro del cómic, que lo veían como una ilusión imposible y sin ningún tipo de salida. Agregando que hasta que no acabara las 5 partes no podría difundir nada, me agobié muchísimo porque no podía enseñar mi trabajo a nadie.

De esta manera reventé aquella pequeña burbuja en la que me refujiaba, y empecé a empaparme de mi realidad familiar y otros problemas personales que como resultado me iniciaron en una trascendental etapa, de las peores de toda mi vida, y perdí la ilusión y las ganas por todo. Esto significaría el funeral inminente de “La Otra Cara de la Verdad”, (al menos por entonces,) y sin duda, el final de un ciclo.